Don Goyo nunca pasa desparecido, en torno a él se tienen miles de historias, muchas de ellas no tan conocidas, por lo que hoy tenemos este relato de lo que encontramos, que han dejado boquiabiertos a más de uno: el volcán tenía dueño en 1880.
Por el año de 1880 aparece como propietario del volcán Popocatépetl el General Gaspar Sánchez Ochoa; quien trato de sacarle el mejor provecho a las riquezas de azufre que tenía el volcán.
Al estilo de un anuncio inmobiliario de ocasión, entre las noticias importantes de finales del siglo XIX, algunos periódicos capitalinos mencionan la venta del volcán Popocatépetl y terrenos aledaños al referido sitio emblemático de la historia, cultura y geografía mexicana. Una nota informativa de 1889, refiere el arreglo mercantil de su propietario el ingeniero, general y magistrado militar Gaspar Sánchez Ochoa (Jalisco, 1837-1908), a cambio de 500 mil pesos oro nacional.
El rumor y noticias constantes sobre la venta del Popocatépetl se extendió con mayor fuerza a principios del siglo XX. En 1900 la Sociedad Agrícola de Santiago Xalizintla de Cholula, protestó al enterarse de la presunta venta del volcán, incluyendo los deshielos de la Hacienda de Tlamacas y las fajas de terrenos necesaria, en los cuales ellos tenían derechos.
En efecto en 1903, al poco tiempo de salvar un embargo y juicio mercantil que arrastraba desde 1874, sin nadie que se opusiera al trato, su propietario y socio de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, decidió venderlo a una compañía norteamericana. Quienes leyeron la noticia del periódico La Voz de México, pensaron que se trataba de un engaño publicitario.
En octubre de 1904, casi un año más tarde, El Tiempo publicó en segunda plana una noticia contundente: “Venta del Popocatépetl. Negocio Consumado”, donde afirma que el notario Gil Mariano León realizó la escritura con seis pesos de honorarios: “El precio total de dicha transacción fue de trescientos mil pesos oro americano, de los cuales se aplicaron 96 mil pesos al pago de diversos créditos que garantizaba antes el vendedor de la propiedad”. La cantidad precisa es confusa, porque en el mismo tenor otro periódico, señala que el negocio se cerró en 250 mil pesos oro.
Todo parecía marchar bien, pero los problemas iniciaron porque el comprador únicamente liquidó varias partidas económicas de 30 y 40 mil pesos y después dejó de hacerlo. Ante esta situación el verdadero dueño hizo efectiva una de las cláusulas de la escritura de compra-venta: “… en la que se especifica claramente que por falta del cumplimiento del contrato, la propiedad del Popocatépetl volverá al poder de su primitivo dueño”.
En resumen, gracias a la morosidad de sus compradores y probablemente a los prolongados sucesos revolucionarios, el famoso volcán regresó legalmente a manos mexicanas. Sin embargo, todavía en enero de 1930 Daniel M. Vélez alertó a las autoridades a través del periódico El Universal sobre la posible venta de la montaña humeante a un “Caballero extranjero.” A la vez exhorta a las respectivas dependencias de gobierno a comprar este bien nacional y otros importantes volcanes del país.