A partir de ayer se discute en el Senado el futuro de la Guardia Nacional. El problema es la insistencia entre los que “están viendo y no ven” contra los que “ven, saben, solucionan y generan acciones”.
El próximo lunes llegarán a Tijuana mil 800 elementos del Ejército para reforzar un espacio que los militares han recuperado infinidad de ocasiones de manos de la delincuencia y, una tras otra, tanto el gobierno municipal como el estatal lo vuelven a perder.
Morelos hierve en violencia y, a pesar de que la seguridad pública está en manos de marinos y de que los militares hacen esfuerzos estratégicos, son varios los jueces de ese estado que liberan a los delincuentes detenidos por una “módica” cantidad de dinero.
El Estado de México es el infierno para quien tiene que trasladarse en transporte público. Los robos a casa-habitación se disparan a niveles alarmantes y, como colofón, los feminicidios no cesan, lo que hace de esto un caldo de cultivo terrible para la seguridad interior de la entidad.
Mucho se habla sobre a quién le conviene que la GN sea operada por civiles, pero también sobre a quién no le conviene. Lo correcto es preguntarse quién gana y quién pierde.
Si se insiste en el tema del mando civil en la GN, entonces es previsible que los militares se hagan a un lado ya que no existiría fundamento legal para que operen así, lo que en automático haría perder a la sociedad. La razón es simple, a pesar de que no se está aprovechando la experiencia y habilidades de la Policía Federal, la única solución a corto plazo para fortalecer la seguridad intermedia de los estados es con una Guardia Nacional comandada y operada por militares, ya que son ellos quienes tienen los elementos, la infraestructura, el orden y la disciplina para hacerlo.
¿Quiénes van a adiestrar a los 50 mil elementos que se pretende reclutar para la GN?
La delincuencia común y la organizada son quienes ganarán si la GN nace con mando civil. Los criminales no olvidan que durante tres sexenios se politizó la tutela militar en un cuerpo de respuesta a la seguridad intermedia del país y los resultados ahí están.
Las diferentes transformaciones de la Policía Federal los llevó a no poderse constituir en una verdadera institución de Estado, y no porque no hubiese existido esa intención por parte de quienes la han integrado, sino porque simplemente el propio Estado no le dio esa fortaleza.
Los soldados de tierra, mar y aire pertenecen a la institución con mayor fortaleza en el país; los militares no hacen política. Los militares no accionan para conseguir después un puesto público o beneficios clientelares.
Perderemos los ciudadanos de seguir así las cosas. Se ha insistido mucho en este espacio que para la gente lo importante son los resultados y, por supuesto, sí se les pregunta a quién prefieren en las calles protegiéndolos, la respuesta será “a los militares”.
Todo lo anterior será sin guerra o con ella. Será sin detener capos o deteniéndolos.
La idea es que ganemos los ciudadanos.