viernes, noviembre 22

Noqhla, un sueño pendiente


Próximos a culminar otro año, resulta común analizar las promesas escuchadas, el camino recorrido y las proyecciones a futuro. Hace algunos años se vislumbró la posibilidad de que nuestra ciudad contara con su propia zona arqueológica abierta al público. Las baterías así se habían enfocado. Y pudimos observar en ese lapso, desde 2013 hasta hace algunos meses, cómo parte del ejercicio se iba en gastos que, sabemos bajo el análisis de una lógica básica, poco contribuirían al arraigo permanente de nuestra cultura, historia y tradición.


Noqhla es el nombre que lleva el proyecto de sitio arqueológico que se había propuesto en aquellas fechas. Fue identificado al sur de nuestra ciudad. Hasta el momento es el único sitio con el cual se tiene un proyecto que conducirá a su apertura para la visita pública en Poza Rica. Un sitio arqueológico con una economía sustentable, según fue descrito en su momento por especialistas que crearon y dieron impulso para el proyecto.

Y se mencionó hasta el cansancio que Poza Rica necesitaba urgentemente un cambio en la definición económica. Pasar de la ciudad petrolera a una nueva actividad que nos ayudase a salir de este síncope, producto del colapso de la actividad preponderante en nuestra ciudad. Pero nos hicieron creer, de nuevo, en inyección al sector petrolero para volver a la tan ansiada activación de este. Otra vez, esperando que los recursos no-renovables no se acabasen.

A poco más de cinco años de su descubrimiento, y a escasos cuatro años de ser definido como Noqhla, este asentamiento con orígenes huastecos y totonacos, dispuesto en algún lugar del sur de nuestra ciudad, se encuentra en el olvido total.


Sin personal que supervise las posibles afectaciones en el área, este espacio ha sido presa de diverso tipo de daños. Ya sea producto de cultivos; o bien, por la quema constante de basura en el área. Incluso por aventurados que han intentado construir en el área.

Y ahí sigue pendiente, esperando una vez más, esa historia que tanto conocemos. La que nos contaban los abuelos, los que llegaron antes que nosotros y vieron crecer a nuestra ciudad, aquella que narra acerca de esos “ídolos de barro” que salían apenas uno hacía un surco en la tierra, la de los miles de tiestos que brotaban de la tierra cuando se perforaba un nuevo pozo. Así también lo describió Ramón Valdiosera, de la misma manera que las portadas de algunos diarios de la ciudad durante los años 60´s. Vestigios de una cultura prehispánica, negada desde siempre, ya sea por habitantes como por especialistas, e incluso omitida por las crónicas de nuestra ciudad.


En años posteriores, ya en el nuevo milenio, otro par de tiesos de nuestra historia fueron identificados. El primero en Parcela 14, incluso llegó a nosotros “la Miguelita”, entierro femenino que, acompañada de una ofrenda huasteca. Esto nos ofreció nuevos visos acerca de nuestra historia. Y, por último, Noqhla llegó para contarnos por completo el relato que esperábamos. Se descubrieron vestigios que se encuentran asociados a la cultura totonaca, directamente a la ciudad prehispánica de Tajín, así como a la cultura huaxteca en un periodo previo a la llegada de los españoles. En pleno colapso del sector petrolero, Noqhla fue descubierta ofreciendo una perspectiva diferente para diversificar la economía local.

Y se presentó en foros, desde IDEAS en 2013 hasta universidades en años posteriores. No faltó quien buscara integrarse aportando sus talentos. Estudiantes de biología, arquitectura y servicio social, además de los eternos comunicólogos, ofrecieron ayuda y apuntalaron aún más dicho proyecto. No hubo descanso, se difundió hasta donde se pudo. Y vimos proyectos nacer y desaparecer. Nuestra historia siempre estuvo ahí. Pendiente, constante. A veces enclenque; otras más, orgullosa.

Aún lo esperamos, Noqhla sigue siendo ese espacio que, desde el pasado, puede ayudarnos a rescatar a Poza Rica. Rescatar no en términos financieros. Muchos se cuestionarán el por qué se impulsa tanto un proyecto que a todas luces generará tantas responsabilidades. La respuesta es sencilla, un peso de más de 1200 años no se transporta tan fácil, requiere esfuerzos, estímulos, paciencia.

Nos rescatará en términos de cohesión, de identidad. El arraigo con nuestra tierra se fincará y seremos dignos representantes de un pueblo milenario.

Noqhla significa encuentro, está abstraído del totonaco Nokghla. Aún sigue siendo, a pesar de todo, del olvido y el desdén, un espacio de encuentros enteramente sustancial para la comprensión de nuestros pasos en el devenir temporal. Noqhla, el encuentro con nuestra identidad. La antesala del mundo huasteco y totonaco, una deuda histórica y un sueño pendiente.

Akolmiztli

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