Miles de hombres y mujeres se enfrentan diariamente en la primera línea de batalla contra el coronavirus. EnContextoMx se ha puesto en contacto con algunos de ellos para conocer sus historias.
Édgar Escamilla
Antes del 20 de mayo, los contagios entre el personal de salud que atiende en la primera linea de batalla la pandemia en México, representaban el 20.9 por ciento de los casos positivos, según datos de la Secretaría de Salud. Hombres y mujeres que diariamente realizan un ritual de protección antes y después de atender a sus pacientes.
De acuerdo con cifras oficiales, a esa fecha se habían contabilizado 11,394 contagios y 149 decesos entre personal de salud, incluyendo médicos, enfermería, camilleros, paramédicos, laboratoristas y de limpieza.
Más allá del protocolo oficial establecido por la autoridad sanitaria, se consultó a las fuentes directas para conocer las implicaciones de poder ingresar al módulo Covid de sus respectivas unidades médicas, a fin de dar voz al personal que se mantiene anónimo detrás de goggles, cubrebocas y caretas de protección.
Después de las agresiones y discriminación que sufrieron algunos de ellos en la vía pública, se adoptó la medida de no utilizar los uniformes fuera de los hospitales, así que deben llegar y retirarse su ropa y cualquier pertenencia, aprovechando para beber el último sorbo de agua en el día. No lo volverán hacer hasta que haya concluido su turno.
Colocarse el equipo de protección personal (EPP) les demora entre 25 y 30 minutos, equipo por el cual debieron manifestarse en repetidas ocasiones ante la falta de ello al principio de la contingencia: overol, 2 batas desechables, doble cubreboca, 2 pares de botas, 2 pares de guantes, la carilla y gorro. Aquí comienza el estrés y el temor a contagiarse.
Una vez que se ingresa al área Covid el personal se enfrenta a un ambiente pesado, vacío. Sienten que el calor sofoca, en ocasiones no pueden manejar correctamente la ansiedad, pero saben que sus pacientes los necesitan íntegros y sus familias, vivos, sanos.
Llegan y reciben minuciosamente el servicio, ahí están los pacientes con ventilación mecánica asistida, lo que les permite continuar con vida ante la imposibilidad de poder hacerlo por ellos mismos. Sus rostros muestran el dolor y la desesperación de quien no puede respirar.
Los pacientes están ahí, solos. Lo único que pueden ver a través de las caretas de PVC son los ojos de las enfermeras, difícilmente los médicos asisten a visitarlos. Si fallecieran, esos ojos son lo último que verían, pues no hay contacto con sus familiares.
Luego de seis, ocho o doce horas de laborar bajo estas circunstancias, el personal, con las pocas fuerzas que le queden, debe tomar las cosas con calma e invertir de 30 a 40 minutos para desprenderse el equipo y someterse a la sanitización antes de poder retirarse a descansar a sus hogares, donde muchos de ellos se han auto aislado para minimizar el riesgo de contagio a sus seres queridos.
En las siguientes entregas relataremos las historias que personal de enfermería nos ha confiado para transmitirlas a nuestros lectores, a fin de tratar de generar conciencia entre la población y reducir el número de contagios de una enfermedad que, para este fin de semana, habrá cobrado la vida de más de 350 personas.
Si eres parte de este ejército de la salud y quieres contarnos tu historia, escríbenos al correo electrónico encontextoredaccion@gmail.com y ayúdanos a contarle al mundo lo que es estar en medio de esta guerra contra el enemigo invisible.