jueves, noviembre 21

La Cihuatéotl de Noqhla

Investigadores a cargo del proyecto, reportan este particular entierro junto al altar principal.

Édgar Escamilla
Poza Rica, Ver.- “Xanath” pudo haber sido el nombre de una hermosa totonaca que habitaba la aldea de Noqhla allá por los años 800 D.C. En el mejor momento de su juventud se habría enamorado y producto de ese amor, se encontraba embarazada al momento de su muerte. Primigesta, su alma fue reclamada por el sol y su cuerpo enterrado al poniente del altar principal de la familia, quienes la adoptaron como su protectora, mientras se unía cada atardecer al peregrinar del astro rey en su camino hacia el inframundo, para después alejarse convertida en bella mariposa.

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Cihuateteo, arquetipo de las mujeres muertas en el parto. Borgia, 46

Entre los grandes secretos que guardaba esta pequeña zona arqueológica ubicada al sureste del municipio de Poza Rica, se encuentra el entierro particular de una joven mujer, la cual de acuerdo a las características, se trata de una “mocihuaquetzque” o mujer valiente, divinizadas al grado que partes de sus cuerpos eran considerados preciados objetos por los guerreros y magos.
Hugo Juárez Tablero, responsable del proyecto ecoarqueológica de Noqhla, comenta que durante la investigación dirigida por la arqueóloga Patricia Castillo Peña, el arqueologo Delfino Pérez Blas, reportó el hallazgo de un entierro en la parte poniente del altar principal, en el cual se encontraban los restos de una joven mujer, quien presentaba navajas de obsidiana incrustadas en el húmero izquierdo.
Las investigaciones preliminares apuntan a que se trata de una “mocihuaquetzque” o mujer valiente, que murió durante la labor de parto y que en ese momento se incorporó a las “cihuateteos”; mujeres divinas que están viviendo en el cielo, y que son las guerreras que acompañan al sol del medio día hacia a la tarde, antes de que ingrese al inframundo.

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Las estructuras halladas en Noqhla se encuentran nuevamente bajo tierra y enmontadas, en espera que el INAH autorice el proyecto de rescate ecoarqueológico, que se encuentra detenido por cuestiones burocráticas.

La mitología prehispánica refiere que cuando se levanta el sol después de haber permanecido toda la noche en el inframundo, los guerreros muertos en batalla lo reciben y acompañan con cantos de guerra hasta que alcanza el cenit.
Cuando el sol llega al medio día, estos guerreros se convierten en colibríes y se dispersan por todo el cielo. Es en este justo momento, cuando las cihuateteos o mujeres divinas se unen a su peregrinar por el cielo, acompañándolo con cánticos y risas de júbilo, cubiertas con sus ropas nuevas y luciendo sus cabellos lavados y escurridos los lados del cuerpo.
Mientras avanzan van cantando y encienden incienso; se les ve alegres, en total algarabía en el continuar constante del sol hasta caer la tarde, cuando lo depositan en el inframundo y se despiden convirtiéndose en mariposas.
A la labor de parto se le conocía como “la hora de muerte”. Cuando había un problema para que naciera el bebé, la partera destazaba el cuerpo de la madre con cuchillos de obsidiana para extraerlo; pero cuando no aceptan, dejaban a la mujer sola. Si llegaba a morír, se consideraba que el sol la había visto tan valiente, que trascendía y la llevaba con el para acompañar su andar por el cielo.
Tal era la pureza y valentía de “Xanath”, que el señor sol la reclamó para sí. No pudo disfrutar de su primer hijo, pero su entrega fue reconocida y ahora protegía a su familia desde lo más alto del cielo.

Noqhla es un núcleo familiar plenamente identificado: Arqueólogo Hugo Juárez Tablero.

Se trata de un entierro aparentemente primario, pero en eventos prehispánicos posteriores, comienzan a tomar parte de las extremidades del cuerpo en el peregrinar constante de los grupos indígenas.

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Los restos encontrados en Noqhla dan cuenta del entierro de una “mocihuaquetzque” o mujer valiente. El cuerpo no estaba completo probablemente porque su familia emigró y se llevaron consigo algunos huesos.

Probablemente la familia que habitaba Noqhla parte del lugar y toman algunos fragmentos de huesos para llevarlos consigo a la nueva morada y tener la protección de su ancestro. Solo algunos restos permanecieron en el sitio durante mil cien años.
De acuerdo con el arqueólogo Juárez Tablero, Noqhla es un núcleo familiar plenamente identificado. El arqueólogo Pérez Blas reporta un taller de herramientas líticas y aparentemente no hay mucha variedad de procesos productivos y se considera que se dedicaban solo a esta actividad y a la agricultura.
Se trata de un hallazgo único hasta el momento en la zona de influencia de la cultura Tajín; un entierro que da cuenta de las actividades humanas que se desarrollaron en el año 800 D.C. en el municipio de Poza Rica, que hasta hace un par de años atrás, se consideraba que no contaba con un pasado milenario como el resto de la región totonaca.
Hallazgos en Noqhla confirman estratificación social similar a Tajín
La reciente restauración de una pieza de cerámica encontrada en el sepulcro de la Cihuateteo al pie del altar principal en Noqhla, muestra además de la cosmogonía de quienes habitaron esta zona arqueológica, la estratificación social imperante en la época, similar a la que existía en Tajín: un grupo dominante y sus dominados.

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Este descubrimiento refuerza la tesis de que este tipo cerámico se producía en sitio arqueológico Vista Hermosa, en Papantla, y desde ese lugar se irradia a otros lugares, incluido Tajín y ahora, Noqhla.

El plato utilizado en la ofrenda hallada en el sepulcro corresponde al tipo cerámico Vista Hermosa, relacionado con los nobles de la cultura totonaca. Pertenece al grupo cerámico número cinco, en el que se catalogan las pastas finas. Este grupo generalmente esta caracterizado por la decoración.
“Toda la decoración del plato muestra la cosmogonía de los pueblos prehispánicos, la representación de las estrellas, fases lunares, báculos de poder, así como elementos que podrían ser vírgulas de palabra o la representación de una serpiente cuatro narices o nauyaca”, comenta el arqueólogo Hugo Juárez Tablero.
Con este hallazgo se devela una estratificación social similar a la de Tajín, pues el plato sugiere representaciones de la vida y la muerte, además de que forma parte de una ofrenda colocada en el entierro de una mujer, asociada con la figura de la Cihuateteo.
De acuerdo al estrato en que fue identificado, el plato está fechado entre  los años 1,150 y 1,350  de nuestra era, asociado a la cultura totonaca, y forma parte del proyecto de investigación que se desarrolla en esta zona arqueológica.

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