viernes, noviembre 22

La insurgencia en Insurgentes


Édgar Escamilla

Los habitantes de la comunidad Insurgentes Socialistas hicieron honor a su nombre el pasado 6 de septiembre, motivados por el miedo a ser agredidos, el coraje de ver perder lo suyo y el hartazgo por la inseguridad y la falta de acción de las autoridades encargadas de velar por su integridad.

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El humo de una llanta que el fuego consumió durante la noche nos recibe al llegar a Insurgentes Socialistas. Metros más adelante una barricada impide el paso a propios y extraños. “Nadie sale y nadie entra”, advierten los pobladores con los rostros cubiertos.

La noche del jueves seis de septiembre, habitantes de la comunidad Insurgentes Socialistas se organizaron para hacer frente al embate de la delincuencia, luego de ser víctimas de secuestros y extorsiones, situación que llevó a varias familias a vender sus propiedades y migrar para cuidar de su integridad.

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Esta comunidad se ubica a 51 kilómetros de Papantla, donde se encuentra la delegación más cercana de la Policía Estatal y la comandancia de la Policía Municipal, corporaciones que rara vez llegan a patrullar esta zona del llano papanteco, donde cualquier persona puede circular en su vehículo sin toparse con alguna patrulla.

La Policía Municipal habilitó una estación en Joloapan, a 13 kilómetros, pero sus elementos se encuentran encerrados en las instalaciones, poco les importa el clima de inseguridad que atemoriza a los habitantes, o bien, saben que no pueden hacer frente a los delincuentes y optan por no exponerse.

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Al siguiente día, el siete de septiembre, el director de Gobernación del ayuntamiento de Papantla, Luis Alberto Bastián, acudió acompañado de Policías Estatales y elementos del Ejército Mexicano para tratar de dialogar con los protestantes. Pasadas 24 horas, ninguna autoridad se encontraba en la zona; estaban solos de nuevo.

“No queremos a los policías, esos nunca vienen y cuando lo hacen, solo es para sacarle dinero a los que andan en moto”, refiere uno de los hombres tras la barricada que permanece en el acceso a Insurgentes Socialistas.

Se niegan a hablar con la prensa, temen que sus declaraciones sean tergiversadas y catalogados como criminales, o expongan que se trata de un movimiento violento; solo insisten en que no sean llamados “autodefensas” por la connotación negativa que pudiera tener este término, y también que se exponga su clamor, la presencia de efectivos de la Marina Armada de México.

Cubren sus rostros con paliacates, playeras, pasamontañas, capuchas o cualquier trapo que tengan a la mano, con tal de que no exponer su identidad y poner aún en más riesgo su integridad y la de sus familias.

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El potencial del llano

Esta zona, ubicada en el valle que forma el río Tecolutla, es reconocida por la calidad de sus cítricos. La mayor parte del limón persa y la naranja que se exporta desde Martínez de la Torre se produce en el llano papanteco.

La carretera que parte del puente El Remolino sirve como vía alterna para llegar al altiplano. Enlaza la zona de Papantla con Teziutlán, Puebla, y desde ahí llegar a la Ciudad de México, sin necesidad de transitar por la autopista o la carretera libre. También se puede acceder a la zona de Perote y Xalapa, evadiendo todo puesto de control que usualmente se instalan en las vías más transitadas.

Cerca de esta zona, se encuentran innumerables instalaciones petroleras, donde se han reportado constantes asaltos a los trabajadores, tanto de Petróleos Mexicanos como de compañías privadas. De igual forma, se extraen miles de toneladas de grava del río Tecolutla, además de la actividad ganadera.

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Detrás de la barricada

Niegan el acceso a la comunidad; cualquier comunicación debe ser detrás de los costales con arena colocados sobre la carretera, de un extremo a otro. A unos metros, las restos de viejos neumáticos aún desprenden calor y humo; les sirvieron para iluminarse durante la noche.

La actividad en Insurgentes se detuvo, nadie sale y nadie entra. Las escuelas han sido notificadas de que estarán cerradas los próximos días hasta que obtengan una respuesta favorable a su solicitud, los directivos de las mismas han dado parte a las supervisiones escolares.

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Todos hombres de campo, han dejado el azadón para limpiar las tierras y enfundaron sus machetes para brindar seguridad a sus familias. “Estamos aquí de manera pacífica”, insisten, con el machete pendiendo de sus cinturas; “son herramientas de trabajo, no estamos armados”, repiten una y otra vez.
Para evitar riesgos han limitado toda actividad, quienes tengan que salir a realizar sus compras o alguna otra diligencia, tienen solo de 10:00 a 12:00 horas para hacerlo; después nadie debe salir de sus casas.

La inseguridad los unió

Aunque Insurgentes Socialistas se convirtió en el centro neurálgico de la resistencia, las comunidades de Joloapan, 20 de Noviembre, Valsequillo, Dos Ríos y Vista Hermosa, así como San José Acateno, del estado de Puebla, se han sumado a la resistencia, y están dispuestos a realizar las tareas responsabilidad de la Secretaría de Seguridad Pública.

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“Aquí no nos ha pasado nada como en Insurgentes, pero son nuestros hermanos y nos sumamos a la lucha, y no nos moveremos hasta que llegue la Marina; solo confiamos en ellos”, comenta uno de los vigilantes de la barricada en el acceso a la comunidad de 20 de Noviembre.

Alrededor de Insurgentes se han instalado barricadas en los accesos a las comunidades, con grupos de personas vigilando las 24 horas. Los accesos están todos bloqueados, tanto en Veracruz como en Puebla. Había uno más en Puxtla, pero ante lo solitario del camino, los propios comuneros recomendaron no ingresar a esa zona.

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Las comunidades se unieron, pero las autoridades las dejaron solas; tienen la esperanza de que desde la federación volteen a verlos y envíen tropas de la Marina, y de ser posible, establezcan una base de la Armada en esa zona. No quieren a nadie más, dejaron de confiar en las policías, a las que constantemente les solicitaron seguridad pero no los atendieron.

Tres semanas atrás, el gobernador electo Cuitláhuac García Jiménez visitaba una de las comunidades del llano papanteco, anticipando acciones de combate a la pobreza durante su primer año de gestión, para continuar con la rehabilitación de carreteras y hasta el otorgamiento de plazas a maestros antes de que concluya el primer trienio.

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Al cuarto día del bloqueo, tiempo en el que nadie había logrado entrar a la comunidad, los productos básicos comenzaron a escasear; seguían solos. El presidente municipal Mariano Romero nunca acudió a escuchar las necesidades de sus gobernados; en su lugar, se había trasladado a la ciudad de Xalapa para participar en la conformación de una Alianza Veracruzana de Alcaldes.

Si al munícipe no le habían importado sus conciudadanos, muchos menos al gobernador saliente Miguel Ángel Yunes Linares, quien para el 10 de septiembre envió policías antomotines a bordo de 25 patrullas de la Policía Estatal para forzar a levantar el bloqueo.

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Aquel lunes la tensión se sintió en aquel rincón apartado de la geografía norveracruzana. Tras el diálogo, acordaron abrir parcialmente el paso, dejar cuatro patrullas con policías para vigilar la zona y gestionar la presencia de los efectivos de la Marina.

Casi un mes después, la Secretaría de Marina desplegó personal operativo en la zona, instalando un destacamento de Infantes de Marina en el acceso a la comunidad. A pesar de ello, los habitantes piden que se establezca una base permanente en el lugar y con ello inhibir la actividad delictiva, que por el momento ha disminuido a razón de la resistencia ofrecida por el pueblo.

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