*
No hay forma de ver la base aérea desde la playa. Los pescadores dueños de lanchas se burlan de la descabellada idea de pasar enfrente por altamar. Es mar abierto, contestan siempre. La borrachera del agua se lleva a cualquiera porque el Océano Pacífico en esta costa es aguerrido. Los banderines rojos colgados a lo largo de la arena no dejan resquicios a la duda. Las olas furiosas se estrellan hasta descalabrarse. Se avientan clavados de cabeza una, dos, millones de veces, día y noche enteros.
Los tours de 200 pesos, que ofrecen los vendedores de paseos correteando a los autos por la avenida costera, solo recorren la tranquila laguna de Pie de la Cuesta, a la que un pasillo de tierra —que se extiende a lo largo de 14 kilómetros y es conocido como Barra de Coyuca— separa del mar embravecido.
“Las llevamos en lancha a esta laguna de agua dulce”, ofrece uno de los lancheros, que muestra un mapa con las paradas del tour. “Incluye la vista a la casa del señor que tuvo las siete esposas, el lugar donde le ponían mascarillas de barro a Luis Miguel, el sitio donde filmaron Rambo 2, el avistamiento de cientos de aves trasatlánticas, pelícanos, la espera en un restaurante y la puesta del sol. Es un recorrido tropical, ya vamos a embarcar, ¿no se animan?”.
Como él, aquí cada propietario de una lancha es un microempresario que busca salvar del naufragio a su negocio. Todos son platicadores, tienen que ser simpáticos; conversan con los viajeros, comparten anécdotas y datos históricos. Para todas las dudas tienen respuesta, menos para una:
—¿Es cierto que aquí los militares tiraban desde aviones gente al mar?
La pregunta apaga toda sonrisa. Los consultados, algunos ofendidos, otros indignados, responden serios que nunca habían escuchado ese disparate, que son mentiras, que se trataría de turistas arrojándose en paracaídas y no de cuerpos inertes cayendo al océano.