jueves, noviembre 21

Los vuelos de Alicia

Jefita:
Durante los siguientes cuatro años revisamos una y otra vez el fondo documental de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), el archivo policiaco más extenso sobre la contrainsurgencia al que hemos podido acceder. Conocimos tu fotografía detenida, con esa mirada tan igual a la de tu papá Gilberto, en la que contemplabas con destellos de abatimiento y dignidad a tus captores. Lloramos ante tu tristeza. Leímos el interrogatorio realizado en el Campo Militar Número 1, imaginándote herida y sometida ante los perpetradores. Nos aprendimos de memoria los testimonios de tus compañeros sobrevivientes Mario Álvaro Cartagena López, Amanda Arciniega Cano y Alfredo Medina Vizcaíno, quienes, valientes, declararon ante la prensa y las autoridades que te vieron o escucharon detenida en instalaciones militares entre 1978 y 1980. Insistimos ante la FEMOSPP [fiscalía de delitos del pasado] en que rindieran cuentas quienes te detuvieron, te hirieron, te ocultaron, te torturaron y te han mantenido desaparecida por 43 años. Pero el Estado no estuvo a la altura y prevaleció la amnistía de facto. 

(Carta pública del 22 de septiembre de 2021).

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Fotografía de Alicia De los Ríos Merino, alias Susana, tomada en 1979, cuando se encontraba detenida-desaparecida. Procedente de los archivos de la Dirección Federal de Seguridad (DFS).

Con los años, Licha fue sumando piezas sobre el posible paradero de Alicia. Ya había aprendido métodos de investigación y a descartar hipótesis. Su caso avanzó lo que ningún otro gracias a que dos ministerios públicos se interesaron en resolverlo y a que comenzaron —por fin— a recibir la información que sus abogados habían solicitado sobre la represión contrainsurgente, y con la que empezaron a enviar citatorios para interrogar a los militares retirados que fingen amnesia, pero cuyos nombres y firmas están en los papeles de los circuitos de la desaparición por donde pasó su mamá.

Y los nuevos documentos arrojaron nuevas pruebas.

Evidencia #1. En la fotografía en blanco y negro, “Susana” no tiene la cabellera abundante, oscura, lacia y bien peinada que mostraba en imágenes anteriores. Se le ve greñuda, el pelo tusado en capas disparejas, la cara con arañazos, ella sin sonrisa. 

Es una foto tomada en 1978 en el interior del Campo Militar Número 1, hallada en los archivos de la DFS. 

Evidencia # 2. Mario Álvaro Cartagena López, recién liberado de la base militar defeña, declara a la prensa que vio con vida a Alicia. Los militares que la custodiaban en la prisión clandestina la llevaron a verlo y ella confirmó que era el Guaymas. Cartagena, diría después a Lichita, sintió que la mirada de su superior militar, más que de traición, era una advertencia que le infundía ánimos: “¡No se raje!, no tumbe a nadie”. Él resistió; por la tortura le amputaron la pierna. Otros dos compañeros declararon también que vieron a Alicia.

Evidencia #3. Las noticias de la hemeroteca y los testimonios de dos exmilitantes de izquierda chihuahuenses que (¿por error?) fueron trasladados a la base militar de Pie de la Cuesta, en Acapulco, y vieron viva por última vez a su paisana Alicia entre el 3 y el 5 de junio de 1978. A ellos los liberaron.

Evidencia #4. Las fotografías, acompañadas de testimonios, de exmiembros del ejército llamados a declarar en 2002. En una se observa que tres exmilitares hacen al mismo tiempo la señal con que los tripulantes de los autos Caravan y la Brasilia de la Policía Militar pedían que les dejaran pasar a la base con su cargamento humano. En otra se observa a uno de ellos, sentado en la playa de Pie de la Cuesta, con la mirada fija en el mar, simulando estar en la silla de las ejecuciones, mientras un compañero le apunta hacia la nuca. En otra imagen se ve a unos hombres acostados dentro de un avión Arava, en un performance macabro, actuando como si fueran guerrilleros muertos. 

Evidencia #5. Declaraciones de integrantes de la Brigada Blanca, así como de pilotos y mecánicos que participaron en los vuelos nocturnos que salían con “paquetes”. En una se lee: 

“Después solo íbamos los pilotos, los tres elementos que se encargaban de tirar los cuerpos y yo, al despegar igual volamos por unos veinte o treinta minutos y se procedió a tirar los cuerpos de los muertos que llevábamos […], me comentó el Capitán DAVID que si la podía quitar [la puerta] en el aire para que fuera más rápido, por lo que le dije que sí, que fue lo que hice, para lo cual se amarraba una cuerda por seguridad y sucedió que cuando ya iba a ponerla me di cuenta de que abajo había unas luces, dándole parte al Capitán DAVID, diciéndome que posiblemente era un barco, fue por eso que las siguientes ocasiones, después de salir de la Base, volábamos hasta una hora mar adentro para tirar a los muertos y que no fueran a caer cerca de la playa o en algún barco o algo así, también como la sangre que escurría se metía entre las pequeñas fisuras del piso del avión, aunque lo lavaran, al medio día en que hacía calor, se venía un olor insoportable…”. 

En sus testimonios, dos ex militares que declararon ante la justicia castrense por su participación en este criminal método de exterminio -el mecánico Margarito Monroy Candia y el policía Gustavo Tarín Chávez-, dieron una probable cifra de víctimas: el primero estimó que fueron 300, el segundo hasta 1,500.

Extracto del expediente en el que se reconstruyen los “vuelos de la muerte” con base en las declaraciones de uno de los tripulantes (captura de pantalla).
Bitácora en la que se registró el vuelo nocturno del avión Arava, desde donde se cree que fue arrojada al mar Alicia De los Ríos. (Captura de pantalla)

Evidencia #6. Bitácora de viaje del avión Arava del 8 de junio de 1978. Está registrado con letra escrita a mano como “nocturno”; es el distintivo de los vuelos de la muerte. Eran los únicos que salían de noche. Después de esa fecha nadie volvió a ver a Alicia.