Es sábado primero de diciembre y por la avenida Tlalpan, muy cerca de casa, pasará en breve el convoy que traslada al presidente electo, Andrés Manuel López Obrador hacia el recinto de San Lázaro, para ser investido presidente de los Estados Unidos Mexicanos.
No me decido entre continuar viendo la transmisión en tiempo real de su recorrido o asomarme a la calle, a verle pasar. Ya en la esquina, compruebo que no es poca la gente que aguarda su paso. La mayoría de los expectantes ciudadanos son personas humildes. En sus rostros hay convicción, fe, esperanza.
En vivo, y en sin fin de crónicas, se dio cuenta del cariño de una buena parte del pueblo de México hacia el que había sido, hasta ahora, eterno candidato. Su día llegó. Su tesón rindió frutos. En pocos minutos la banda presidencial le cruzará el pecho, y dirigirá, tras rendir la protesta protocolaria, su primer mensaje a la nación.
En su discurso, en el pleno del Congreso, con buen número de invitados especiales, el tono de su mensaje no es muy distinto a los de su campaña. Calificó al neoliberalismo de “calamidá” e insistió en la necesidad de echar mano de las fuerzas castrense para encargarse de la seguridad nacional.
Repitió una buena parte de lo que todos hemos escuchado hasta el cansancio y no, no soltó la enorme lista de “cómos”, pendiente. Agradeció a Enrique Peña Nieto haberlo dejado pasar. No haber hecho lo que sus antecesores. Pero en contraparte le recetó, in situ, las críticas de toda la campaña, en contra de las desiciones más importantes de su gobierno y le echó por tierra, ahí, en pocos segundos, dos de sus reformas más importantes: la educativa y la energética.
Ya en el zócalo de la ciudad de México, corazón del país y emblema del poder nacional, el presidente de México se dirigió “al pueblo bueno”. Con el bastón de mando que le entregaran por primera vez, los pueblos originarios, reconociéndole como alguien que siempre apoya a las comunidades indígenas, Andrés Manuel López Obrador repasó 100 puntos en los que dice, está resumido su proyecto de gobierno.
Los más acuciosos se preguntan, en todos los tonos ¿Cómo? Cómo va a acabar con la corrupción, erradicar la pobreza, devolver la bonanza petrolera a México, convertir al país en uno autosuficiente; sin olvidar, desde luego, cómo va a detener el avance del crimen organizado, a parar el río de sangre y a erradicar el imperio del terror generado por el narcotráfico.
El apoyo de su ¨pueblo bueno” como suele llamarlo, es incuestionable, ha estado en las calles por mucho tiempo, creció en cada nueva campaña y se congregó en las urnas, hasta acompañarlo en su paso hacia el congreso, este día histórico en que fue investido presidente.
El recuento de tres campañas, una elección a su favor y varios meses de transición queda en una sola imagen. La fotografía del día: un hombre en bicicleta, con la bandera de México sobre su espalda, que se empareja con el jetta blanco, que conducía al tabasqueño hacia el congreso de la unión, para suplicarle ¡No nos falle!
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