Por Mariana Morales
¿Sale barato matar a un periodista? ¿Qué tenemos que hacer para que el asesinato no quede impune? ¿Qué hay de las Organizaciones que llegan cuando ya lo/la mataron y no cuando pidieron auxilio? ¿Quién responsabiliza a los medios de comunicación, o qué hacen estos cuando asesinan a uno de sus periodistas?
Eso me cuestioné al regresar de Yajalón, a donde fui a preguntar quién era #MarioGómez, el periodista que un mes antes habían matado frente a su hogar donde vivía con su mamá (21 de septiembre 2018); qué cubría, por qué era periodista, por qué no abandonó ese oficio, si meses antes fue amenazado de muerte.
Muchas veces su madre le rogó que dejara ese trabajo, pero él, solo arqueaba la boca y quedaba en silencio. Nadie sabe por qué no lo hizo, pero quienes lo conocieron aseguran que Mario Gómez nunca pensó en dejar el periodismo.
Una mañana se reunió con sus hermanos, llegó con unos documentos bajo el brazo porque en la universidad privada donde a ratos daba clases, le habían ofrecido la dirección. Sus hermanos sintieron alegría por él. «Mario aceptó pero estuvo poco tiempo ahí , dijo que no era feliz y otra vez, se fue al periodismo».
Gómez decía que la primera vez que leyó a Ernesto Guevara, éste le enseñó a que a la gente se le respeta, que ni los gobernantes, políticos, ni nadie debía abusar de los pobres.
Es difícil escribir sobre la pasión de alguien cuando lo único que hay es indiferencia.
Algunos de sus amigos cuentan que Mario Gómez ya estaba cansado de enfrentar a sus adversarios, se lo confesó a uno de ellos, «ya no voy a reportear acá, me iré al pueblo de a lado». Un mes después lo mataron.