Raúl era apenas un niño cuando solía acudir al arroyo Calichar, uno de los afluentes del río Cazones, a pescar camarones, acamayas y jaibas, tan grandes, como de las que ahora ya no se pueden ver. Aquel afluente rebosante se ha convertido en un charco. La deforestación y explotación de su manto freático acabaron con él, mientras todo un municipio clama por agua.
Por Édgar Escamilla
Cazones es un municipio ubicado al norte de Veracruz, homónimo del río que nace en la Sierra Norte de Puebla e Hidalgo para desembocar en el Golfo de México, y principal fuente de abastecimiento de agua para medio millón de personas. Desde hace un mes sus habitantes viven realizando protestas continuas contra la Comisión del Agua del Estado de Veracruz (CAEV), ante la carencia del líquido.
Decenas de familias han realizado protestas, tomando las instalaciones de la CAEV y la carretera que conduce a la ciudad de Poza Rica. El gobierno local y el estatal han apoyado con el envío de pipas; el propio presidente municipal ha encabezado la entrega de agua en los domicilios, pero el esfuerzo es insuficiente ante la sequía.
Los pozos y arroyos del municipio se han secado y las aguas del río son tóxicas. Hasta hace poco, cualquiera hubiese rechazado llevar agua del Cazones a sus domicilios, ahora claman aunque sea un poco de ella.
Raúl Godínez, profesor, creció jugando en las aguas claras del Calichar y del arroyo Limón Chiquito. Recuerda cuando construía un anas y con tortilla como carnada, en menos de una hora conseguía atrapar hasta medio kilogramo de camarón.
“Eso sí, las hembras que encontrábamos con hueva, las regresábamos al arroyo… Había una jaibas enormes, azules, de esas que ya no crecen… Ahora ya no solo no hay ni camarones, ni jaibas, ya no hay agua”.
En 1982, a un costado del arroyo Calichar se perforó un pozo para abastecer a la cabecera municipal; 37 años después, el crecimiento poblacional y la ampliación de la red de distribución agotaron el manto freático.
En la hondonada que dejó el arroyo, ahora solo hay hojarasca y unos cuantos charcos. En algunas partes se talaron los árboles que protegían el cauce, y las tuberías de CAEV quedaron vacías.
Río Cazones, tóxico y en riesgo de desaparecer a causa de la sequía