Raúl era apenas un niño cuando solía acudir al arroyo Calichar, uno de los afluentes del río Cazones, a pescar camarones, acamayas y jaibas, tan grandes, como de las que ahora ya no se pueden ver. Aquel afluente rebosante se ha convertido en un charco. La deforestación y explotación de su manto freático acabaron con él, mientras todo un municipio clama por agua. (más…)