- Ingresan buscadoras al predio que sirviera de campo de exterminio de los Zetas en la zona de Poza Rica.
- Piden se mantengan en resguardo las seis hectáreas para impedir que vuelva a ser utilizado por criminales.
Édgar Escamilla
Tihuatlán, Ver.- En 2017 llegaron buscando seis cuerpos, pero encontraron cientos de restos de óseos calcinados, paredes con marcas de manos ensangrentadas, restos de material de curación, ropa, maletas y utensilios con los que daban de comer a quienes mantuvieron cautivos; hoy los integrantes del Colectivo de Familiares en Búsqueda “María Herrera Poza Rica” buscan que ese predio no vuelva a ser utilizado como campo de exterminio.
En el marco del quinto aniversario de la desaparición de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, integrantes del Colectivo junto con el Congreso Nacional Indígena del Totonacapan, ingresaron al predio conocido como “La Gallera” para realizar un ritual de sanación y liberación de la tierra.
Hace dos años y medio, una llamada anónima alertaba a las autoridades acerca de olores nauseabundos emanando de este predio, ubicado en el ejido Poza de Cuero, municipio de Tihuatlán, a escasos 6.8 kilómetros de la ciudad de Poza Rica.
Se estima que en 2011 una célula de los Zetas le arrebató el predio a su propietario y a partir de esa fecha y hasta el 2017 fue utilizado como casa de seguridad y cementerio clandestino.
Ver esta publicación en Instagram
Buscaban a sus desaparecidos y se encontraron con ellas mismas – Parte 1
Al ingresar al predio se puede observar al terror al que eran sometidos quienes eran llevados hasta aquella vieja casa en medio de naranjales. La edificación muestra un avanzado deterioro, las protecciones de herrería han sido saqueadas, no hay puertas ni vidrios en las ventanas, pero curiosamente la maleza no ha ingresado.
En las paredes aún se observan las huellas de las manos ensangrentadas. En el piso quedan parte de los indicios que dejaron abandonados por peritos de la Fiscalía General del Estado: un plato de peltre, el empaque de un cuchillo, rollos de papel higiénico, restos de material de curación, trapos, entre otros.
La primera ocasión que ingresaron las autoridades, encontraron los cuerpos desmembrados de seis personas en dos fosas, a escasos 10 metros de la casa. Posteriormente las familias volvieron y encontraron cientos de restos incinerados y un cráneo de lo que pareció ser un menor de escasos siete años.
Son seis hectáreas de terreno, de las cuales se ha revisado solo la parte cercana a la casa, por lo que se tiene la idea de que pudieran existir cientos o miles de restos más.
Muy cerca de ahí encontraron también un campamento que era utilizado como puesto de vigilancia por los criminales, desde donde observaban quien y en qué momento ingresaban a la zona.
Ver esta publicación en Instagram
Buscaban a sus desaparecidos y se encontraron con ellas mismas – Parte 2
En la vivienda, Alejandrino García realizó un ritual de sanación y liberación de la tierra, para descanso de las almas de quienes perdieron la vida en este campo de exterminio Zeta. En el pórtico, las familias colocaron lonas con los restos de sus familiares desaparecidos, flores y veladoras; el lugar fue bendecido bajo un sincretismo católico-totonaco. Lo mismo se realizó en el horno en el que presumiblemente los Zetas incineraban a sus víctimas hasta borrar cualquier rastro que permitiera su identificación.
Huellas del ingreso de personas desconocidas son evidentes, por lo que temen que la delincuencia pudiera volver a hacer uso del predio. Los familiares lamentan la negligencia de la Fiscalía General de la República al dejar sin resguardo el terreno durante más de dos años, tiempo en el que tampoco se ha logrado avanzar en la identificación de los restos ahí encontrados.
Continuarán recorriendo el predio, en busca de más restos o indicios de sus familiares y mientras cada uno de los cuerpos no sea identificado y devuelto a los suyos, permanecerán al cuidado de La Gallera, para que nunca nadie más tenga que sufrir la misma suerte.
Denunciaron que hay ya renombrados políticos de Tihuatlán que se han acercado al ejido con la intensión de apropiarse del predio, lo que no será permitido por los familiares en tanto no exista una seguridad de que se ha recuperado hasta el último cuerpo.