Reportaje de Arantxa Arcos, editado por Fernanda Hopenhaym.
A los 26 años, pocas personas dependen de un hospital o un centro de salud para contar su historia. Salvo quienes resulten con algún diagnóstico que les obligue. Ese es el caso de Joel, quién conoció los entramados de un sistema de salud en decadencia al que sólo se acude en casos de extrema necesidad. Ese conocimiento, de la primera persona frente a la crisis, le costó la vida.
Al cumplirse el primer año de la pandemia por Sars-Cov-2 (Covid-19), en marzo del 2021, Joel entraba a cada revisión y quimioterapia que le indicaban en el Centro Estatal de Cancerología (Cecan), en la capital del estado de Veracruz, Xalapa.
“No te podemos atender ahorita porque una de tus pruebas salió positiva a Covid”, fue una de las últimas frases que escuchó Joel, un joven que murió el domingo 13 de marzo del 2022, esperando a ser atendido para vencer el cáncer de colon que padeció doce meses.
Un poco de gel antibacterial en sus manos, pasar su calzado en un tapete con sanitizante, que su temperatura no excediese los 37 grados Celsius, y no presentar síntomas como tos, pérdida del gusto u olfato, significaba para Joel la diferencia entre mantener su tratamiento oncológico y la muerte.
El protocolo sanitario cambió. Personal médico instaló en la entrada del hospital pruebas rápidas para detectar Covid-19 y la atención médica de Joel comenzó a postergarse, al grado de viajar más de cinco horas para regresar a la congregación de Tantalamos, perteneciente al municipio de Tamiahua, al norte del estado, a morir acompañado de su familia.
La democrática crisis que a todos abate
Dos días antes de la muerte de Joel, Doña Betty, una mujer de 60 años experimentó sus últimas horas de vida con un derrame cerebral causado por forzar su cuerpo en las quimioterapias y radioterapias para erradicar el cáncer de colon.
Su esposo la acompañó y apoyó durante el doloroso proceso. Después de cada técnica aplicada en su cuerpo, la señora avisaba a doctores y enfermeras acerca de una infinidad de molestias; la diarrea fue la última sensación que pudo comentar de viva voz.
Similar a Betty, Lourdes los sigue experimentando y recuerda a su compañera de tratamiento. “No les importamos, lo hacen sin saber que nos lastiman”, expresa mientras no deja de tocar su muñeca derecha adolorida por las agujas que ingresaron horas antes en su cuerpo para atacar el cáncer cervicouterino.
En el proceso de detectar “sus bolitas de grasa”, Lourdes se contagió de Covid-19 al acudir a consultas periódicas en nosocomios de la capital del estado. No sabe si lo “pescó” en la calle, en el autobús, en el hospital. Pero está segura que fue cuando llegó de Papantla para solucionar sus molestias y descartar que el cáncer regresara a su cuerpo.
La dificultad para respirar aún la tiene. Las secuelas que posiblemente dejó el virus no son tomadas en cuenta. Lourdes teme que ello no ayude a mejorar su primera etapa de tratamiento, del cual lleva tres quimioterapias de las cuatro primeras que contempla el proceso asignado a su cuerpo.
En cada consulta, relata, le introducen una aguja cerca del pulmón por más de una hora. No debe moverse pero es “imposible” que no lo haga. Cuenta que su cuerpo se cansa de estar en la misma posición y en ocasiones, siente ahogarse con su propia saliva.
Le cuenta a las enfermeras y doctores, pero solo recibe “aguántese”, “si ya no quiere, se lo damos a alguien más”. Otros pocos especialistas en medicina, la alientan y mueven para aminorar el malestar con medicamentos o posiciones menos dolorosas.
A Guadalupe, otra paciente con cáncer de mama, la regañaron por buscar atención médica en un hospital regional y no en su clínica cercana. El diagnóstico de un doctor particular en Los Encinos, congregación del municipio de Córdoba, en la región montañosa de Veracruz, la alentó a buscar ayuda inmediata por el rápido crecimiento de varias bolitas en su seno derecho.
A 24 minutos de su casa se encuentra el Hospital Regional de Río Blanco, donde le ordenaron esperar unos días por la saturación que tenían de pacientes positivos a Covid-19.
El tiempo de atención era urgente para Guadalupe, quien no espero más días, consiguió dinero con familiares y viajó más de dos horas hasta el Hospital Regional de Alta Especialidad de Veracruz, en el puerto de Veracruz.
Las revisiones médicas confirmaron que tenía más de tres bolitas cancerígenas en su busto derecho. Una operación y radioterapias diarias por 30 días a recibir en el Centro Estatal de Cancerología (Cecan), a dos horas del puerto de Veracruz y casi cuatro horas de su hogar, en Fortín de las Flores.
“Entiéndanos también, no aguantamos tanto estar así, el cuello torcido más de media hora, me cansé. Tenemos que estar despiertos, estirados y nos ponen agujas en el brazo, en algún momento nos meneamos porque nos duele y nos cansamos, y se enojan los doctores”.
Viajar con dolores para obtener medicamentos
Rosalinda es originaria de Orizaba, cerca de donde vive Guadalupe, en la región montañosa de Veracruz. A mediados del 2021 le detectaron un “tumor malo” que se convirtió en cáncer de mama.
A su corta edad, le acompaña su prima Berenice para custodiar el malestar físico después de cada quimioterapia en la ciudad de Xalapa. Ambas tratan de comentar a sus amigos que el cáncer no perdona edad, ni condición económica.
Tanto Guadalupe como Rosalinda deben consumir Letrozol, existente solo en el puerto de Veracruz, causando que cada mes tengan que organizarse, con malestares y cansancio, para recogerlo personalmente en el nosocomio ubicado en la calle Iturbide casi esquina 20 de Noviembre.
Una pastilla diaria de Letrozol en el lapso de sus primeras 30 radioterapias les favorece en retardar o detener el crecimiento de algunos tipos de células del cáncer de mama que necesitan estrógeno para crecer.
Además, un “piquetito” de 600 mg de la solución Trastuzumab. Por suerte para Guadalupe está en existencia, pero sabe que es costoso y en ocasiones tiene que esperar semanas para recibirlo.
El abasto y la voluntad política
La existencia de dicho medicamento (Trastuzumab), estaría vinculada con una junta del 31 de enero del 2020, cuando se reunieron los integrantes del Subcomité de Adquisiciones, arrendamientos, servicios y enajenación de bienes muebles de servicios de salud de Veracruz.
En el punto nueve de su orden del día, sometieron a aprobación la adjudicación directa por excepción de ley para la adquisición de medicamentos oncológicos, con el proveedor Farmaceúticos Maypo S.A. de C.V. por un importe de 8 millones 836 mil 745 pesos con 22 centavos.
En dicha reunión, el Dr. Calderón Analytic, responsable de abasto a nivel nacional del INSABI, le comentó a Antonio Pola Navarro, subdirector de Recursos Materiales y Secretario Ejecutivo del Subcomité, que el medicamento Trastuzumab iba a ser imposible de enviar a algún estado del país, por lo que pedía que Veracruz hiciera la adquisición de este medicamento y, de acuerdo a un estudio de mercado, cinco empresas nacionales se comprometieron a venderlo y entregarlo de manera urgente.
Cada pieza fue ofertada entre los 35 mil y 40 mil pesos; la empresa MAYPO la ofreció en 22 mil 340 pesos, el de 440 miligramos; 21 mil 223 el de 600 miligramo. Al ser un solo pedido, se comprometió a entregarlo entre cuatro y cinco días.
El medicamento oncológico era necesario en los hospitales de Veracruz, Río Blanco, Coatzacoalcos, Cecan y Poza Rica.
Mientras la federación liberaba el dinero para adjudicación nacional con menor costo, padres de familia de menores con cáncer salieron a la calle del Hospital Regional de Alta Especialidad en Veracruz reclamando que llevaban más de un mes sin atención médica.
Su reproche yace en este documento del Subcomité de Adquisiciones, arrendamientos, servicios y enajenación de bienes muebles de servicios de salud de Veracruz, donde reconocen que durante mes y medio, no contaban con la medicina urgente para atender cáncer.
Veracruz y la república del desabasto
En el contexto del estado, de acuerdo al reporte de indicadores del Centro Estatal de Cancerología en Veracruz correspondiente, de enero de 2006 a diciembre del 2018 (el más reciente de la Secretaría de Salud), las mujeres fueron las más recurrentes a servicios de atención médica oncológica, siendo el 65.2 por ciento y los hombres un 34.8 por ciento.
El cáncer de mama, cervicouterino, leucemia, linfoma, próstata, ovario, órganos digestivos, endometrio y testículo eran los padecimientos más frecuentes en pacientes adultos, con hasta cinco días de estancia en promedio en el hospital.
Tan solo en este periodo, se incrementaron en 41 por ciento las quimioterapias en menores de 13 años. Sin embargo, los datos recopilados no abarcan la totalidad de la productividad hospitalaria.
En contraste, los reportes actualizados de la Gaceta Mexicana de Oncología, que datan del periodo 2006 al 2010 (también los más recientes), exhiben que han notado que el cáncer ha incrementado, especialmente en las mujeres, en el periodo 1998 a 2007, estimando un aumento en próximos años.
De 567 mil 420 consultas del periodo 2006-2018, se detectó que las patologías más frecuentes examinadas en orden de frecuencia fueron: cáncer de la glándula mamaria, cérvico-uterino, leucemia y linfoma, próstata, ovario, colon y recto, estómago, endometrio y testículo. Las especialidades que registraron un mayor número de ingresos son: cirugía oncológica, oncología médica y oncopediatría.
Es decir, sin importar las cifras oficiales que se consulten, la realidad es muy clara: existe un incremento de diagnósticos por cáncer en Veracruz, un hecho para el cual, según las personas que viven con esta enfermedad, las autoridades no están preparadas.
Este reportaje es parte de “Víctimas Paralelas: las afectadas de las que no se habla”, un proyecto de Serendipia/PODER.